martes, 23 de febrero de 2010

Análisis de Siren Blood Curse [PS3]

Siren Blood Curse arranca con el traslado de un equipo de reporteros americanos a Japón para documentar la extraña aparición de una aldea perdida desde hace décadas. Como ya preveía -¡Esto es un survival horror, amigo!-, la estancia en el pueblo no es un camino de rosas para nuestros protagonistas. Y digo protagonistas porque a lo largo de los doce capítulos que conforman la aventura, usted manejará los destinos de cada uno de ellos. Remake del original para PS2, el título fue uno de los primeros en salir a la venta en la Store por episodios y el arranque e inicio de cada acto llevan las típicas escenas de 'En anteriores capítulos' y 'Próximamente'.

Y lo cierto es que este diseño le viene al juego de perlas. A pesar de que la mecánica resulta a veces reiterativa, las dosis jugables son lo suficientemente cortas como para que el jugador acabe deseando más. Tras una introducción, al protagonista de turno se le plantean una serie de objetivos -tipo 'encuentra la llave para abrir esta puerta'- que debe ir cumpliendo para dar por finalizado el acto. No será fácil porque la aldea ha sido tomada por unos zombies, los shibito. Un enfrentamiento con ellos, sin armas, es sinónimo de muerte segura. Por eso el juego pone a nuestra disposición diferentes herramientas. Por un lado, podemos jugar con la oscuridad y el sigilo. Una linterna y la posibilidad de gritar para distraer a los zombies son una buena opción para evitarlos. Por el otro, disponemos de armas que iremos encontrando por el camino: pistolas, cuchillos, hachas... Con ellas es fácil machacar a los shibito pero cuando pasen unos minutos volveran a levantarse y a perseguirnos. En todo caso, el verdadero acierto del videojuego es la posibilidad de introducirnos en la mente de nuestro enemigo y observar lo que él está mirando. Con sólo apretar un botón, la pantalla se divide en dos. En la parte izquierda continúa presente nuestro protagonista y en la derecha tenemos una vista subjetiva de lo que ven los distintos enemigos. Este último detalle es el que nos permite jugar con los tiempos, imprescindibles en todo juego de sigilo que se precie. Eso sí, cuando accedamos a ese 'poder' el movimiento nos resultará mucho más torpe, como si tuviéramos una enorme jaqueca. Esta habilidad funciona también de forma automática cuando el protagonista está en peligro.

Y si los momentos de peligro son puntuales, los de miedo están presentes durante todo el título. La ambientación es fantástica. La mezcla entre la oscuridad y el uso de la linterna, que además de luz arroja temibles sombras, agobian un rato largo. Si a la mecánica del juego unimos unos escenarios desapacibles, unos enemigos repugnantes, una banda sonora magistral y un sonido que hiela la sangre -los quejidos y gruñidos de los shibito son espeluznantes-, el resultado es tremendo. Hacía tiempo que un título no me ponía los pelos de punta y este lo hace.

1 comentario:

  1. Pero alguien pensó alguna vez que Sony iba a hacer algo más que pedir disculpas?

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